El pasado 4 de marzo, Volodímir Zelenski hizo un llamamiento a voluntarios de todo el mundo a viajar a Ucrania para defender el país de la agresión rusa. La petición fue atendida por un puñado de españoles y varios miles más de occidentales. Tres semanas después, la mayoría siguen dando tumbos por pensiones o tratando a la desesperada de dar con una milicia donde les dejen combatir. Sin arma y sin destino, los novatos están pensando en regresar. La mayoría han sido oficialmente rechazados por carecer de experiencia militar, aunque en opinión de los recién llegados, el verdadero problema es el caos organizativo de los ucranianos. Las historias que cuentan frisan a menudo lo grotesco.