Pasada la medianoche, los antisistema se han desplazado hacia el barrio de Argüelles, arrojando bengalas y piedras contra los coches de Policía y destrozando los escaparates de varias tiendas y entidades financieras.
A lo largo de la noche del sábado, los disturbios violentos se han extendido por varias ciudades como Madrid, Logroño (donde los manifestantes han herido a siete policías y han saqueado una tienda de Lacoste), Málaga y Granada (donde también se ha producido la quema de contenedores), Barcelona y Bilbao (donde hay tres detenidos).
En algunas de estas ciudades, inicialmente se habían convocado protestas pacíficas contra las medidas que el Gobierno ha impuesto para frenar la pandemia de coronavirus. Pero luego grupos radicales se han apropiado de la protesta y se han enfrentado a la Policía.
El impresentable presidente Pedro Sánchez se ha limitado a publicar un mensaje en Twitter en el que advierte que «sólo desde la responsabilidad, la unidad y el sacrificio lograremos vencer a la pandemia que asola a todos los países. La conducta violenta e irracional de grupos minoritarios es intolerable». Sánchez ha agradecido la labor de la Policía por «garantizar la seguridad» ante estos incidentes violentos que se han extendido por varias ciudades españolas. Pero no se ha garantizado nada: el tsunami, tanto vírico como social, empieza ahora y amenaza con arrollarnos a todos.