Imaginen la historia: El gran líder llega para estar con “su gente” a uno de esos barrios humildes de Madrid del que él se siente tan cercano, Coslada, y un grupo de “pérfidos” y “violentos” “ultraderechistas” se enfrentan, brazo en alto, al gran referente del comunismo mundial habitante, solo por accidente, de una mansión propia de un jeque.
Y llega él, con el moño ocultando el espacio entre el cuello y la chepa, y se enfrenta a ellos, eso sí, bien protegido por policías y guardaespaldas no sea que le llueva “una galleta” y acabe en ese momento su campaña electoral.
Este Iglesias se cree, a estas alturas de la película, que nos chupamos un dedo y nos tragamos todavía sus infumables cuentos. Vean al pamplinas. Parece que no se ha mirado nunca a un espejo, el mercachifle.
Pablo Iglesias cree que nos chupamos un dedo y se monta una película infumable en Coslada para que se hable de él