La imagen del presidente del Gobierno a la carrera, haciendo surf por la marea de micrófonos y grabadoras que trataban de arrancarle por los pasillos del Congreso una confesión sobre el fin de la legislatura, refleja la descomposición de su ensueño y añade un epílogo inesperado a su «Manual de resistencia». No hay palabras. Silencio.
ánchez es un político imprevisible. Lo supo hace mucho Susana Díaz, se enteró hace unos días Quim Torra y lo sufrió en sus propios carnes Mariano Rajoy el pasado junio. Su capacidad de resistencia es proporcional a su falta de escrúpulos, pero después de ver rechazados los presupuestos que le cantó al oído Podemos solo le queda recomponerse ante los electores, recuperar el banderazo español con el que se presentó en sociedad y cargar contra la ultraderecha que viene y contra el nacionalismo que -dirá que acaba de enterarse- rechaza el diálogo y la normalización que pregona. Todos ultras, y en el centro de todo, su PSOE.
Tras la inevitable disolución de las Cortes, a Pedro Sánchez solo le queda interpretar aquel papel de mártir al que ya dio vida ante los militantes del PSOE para reconquistar Ferraz y hacerse la víctima a lo grande, centrado como en el circo romano.