En la década de 1930, la población de África era de unos 150 millones de personas, una cifra muy baja en un continente históricamente subpoblado y con un tamaño equivalente a más de seis veces Europa.
Gracias a la mejora de la higiene y la atención médica, la población de África ha aumentado a 1.300 millones y alcanzará los 2.400 millones de habitantes en el año 2050. Como resultado de la rápida rotación generacional -la mitad de la población es «reemplazada» cada 18 años por los recién nacidos- hoy cuatro de cada 10 africanos son menores de 15 años.
Usted pronostica que muchos de esos menores emigrarán a Europa en los próximos años. ¿Por qué?
El que el 40% de los africanos actuales sean niños será uno de los principales impulsores de esa emigración. África es un continente donde el «principio de ancianidad» aún prevalece, donde a los ancianos se les concede inmediatamente prestigio, autoridad y riqueza, especialmente a los ancianos hombres. Los jóvenes tratan de escapar de ese gobierno patriarcal, de esa gerontocracia, y de buscar mejores oportunidades de vida en el extranjero. En conjunto, el rápido crecimiento demográfico y la excepcional juventud del continente africano provocarán una migración masiva a Europa tan pronto como más africanos tengan los medios necesarios para hacer las maletas y salir.
Porque usted afirma que, en contra de lo que pensamos, los africanos que emigran a Europa no son los «pobres entre los pobres» sino personas con ciertos medios económicos para poder sufragarse el viaje…
Estamos atrapados en tres clichés. Creemos que «los más pobres de los pobres» huyen de un continente que es un «infierno» para comenzar una nueva vida en el «paraíso» europeo. Pero para viajar a Europa, dependiendo por supuesto del punto de partida desde el sur del Sahara, se necesitan al menos 2.500 euros, más que la renta per cápita media de muchos países subsaharianos. Así que no son los más pobres sino los miembros de la emergente clase media africana los que emigran, los mejor educados. A excepción de aquellos países en crisis existencial como Somalia o Sudán del Sur, la mayoría de los migrantes dan la espalda a los estados en los que depositamos nuestras esperanzas de un futuro mejor en África: Senegal, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria, Kenia, Sudáfrica… … Para ellos, Europa es el mejor lugar al que ir no solo porque es la isla de prosperidad más cercana, sino también porque es la capital mundial de la seguridad social: la mitad de los fondos invertidos a nivel mundial en salud, educación y jubilación se gastan en Europa. Pero su riqueza no convierte a Europa automáticamente en un paraíso para los migrantes africanos, como lo demuestran las dificultades de la integración. El malestar de la segunda generación, aquellos nacidos en suelo europeo, debería alertarnos sobre el hecho de que la integración no es simplemente una cuestión de ingresos. Es el esfuerzo mutuo el que convierte a los extranjeros en vecinos y, eventualmente, en compañeros. Los ciudadanos requieren más que dinero. Es como el desarrollo: no es suficiente dar dinero a países en vías de desarrollo para que se desarrollen.
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Reblogueó esto en El Heraldo Montañés.
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