Franco estaría encantado, y todos los dictadores que en el mundo han sido, como lo estarán los actuales. Si algo caracteriza a nuestra época, es la pasión censora que domina a las sociedades: el afán de prohibir, de regularlo todo, de eliminar el pasado enojoso de la misma manera que Stalin hacía borrar de las antiguas fotografías a sus colaboradores caídos en desgracia, que fueron centenares. En esas fotos, una vez amañadas, se percibían inexplicables huecos, pero eso era preferible a que se viera al jefe soviético en compañías súbitamente indeseadas. Hay que recordar que, al menos en España, la censura es inconstitucional desde 1978, pero eso le trae sin cuidado a demasiada gente. Carmena ya ha arremetido alguna vez contra la prensa, culpándola de impedirle llevar a cabo sus torpes y estrafalarios planes municipales. Podemos ya ha avisado que convendría ponerle freno y controlarla, como viene haciéndolo desde hace…
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