Los estrategas gubernamentales del PSOE fían el desbloqueo a la actitud colaboradora del PP, esto es, que Pablo Casado contribuya a la gobernabilidad con una abstención equiparable a la que el PSOE promovió en 2016 hacia Mariano Rajoy.
Aunque el candidato popular se mostró reacio a este escenario, rechazándolo en varios momentos del debate, en Ferraz no pierden la esperanza y apuntaban que Casado había hablado de «no apoyar», no de «no favorecer». Consideran que la abstención no es un apoyo.
Pero este escenario podría no ser ni siquiera viable si la pujanza de Vox, que auguran todas las encuestas, llegara a comprometer de tal modo la posición de Casado que este tuviera muy complicado moverse.
En Ferraz comienzan a calibrar el impacto que está teniendo su estrategia de alimentar a Vox. Medidas como la exhumación de Franco y la gestión de la sentencia del «procés» que, inicialmente se concibieron por Moncloa como elemento movilizador por la izquierda y el centro, han resultado un revulsivo para la formación de Santiago Abascal que es quien realmente las está rentabilizando, captando electorado.
Los socialistas endurecieron ayer el tono respecto a Vox, calificándoles abiertamente de «fascistas» y el grueso de los mensajes postdebate de Sánchez se centró en azuzar el miedo a las derechas, pero sin cerrar la puerta a ninguna opción de pacto. Al tiempo que se comprometió a «gobernar con valores progresistas», pidió a Casado y Rivera que el día después de las elecciones «no le veten».