Desde su llegada al lfema ha visto situaciones dramáticas: «Llegué a las nueve de la noche y no nos dieron de cenar, ni nos dieron la medicación hasta las dos y media de la madrugada porque, por más que reclamábamos a las enfermeras, nos decían que ellas estaban desbordadas, que esto lo acababan de montar y no había de nada».
«Es una guerra. Yo no quería salir del hospital de Fuenlabrada, pero la doctora me dijo que aquí iba a estar en seguimiento. Sin embargo, no hay personal, a las personas diabéticas han tardado horas en darles la medicación. No podemos ni ducharnos porque no tenemos agua ni jabón. Hay gente con diarrea que se lo hace en el suelo y en la taza del servicio he visto restos de sangre, porque no viene nadie a limpiar. Estamos abandonados a nuestra suerte», afirma sin poder reprimir las lágrimas.