En la sede de Vox de Palencia, llevaban días contestando un aluvión de llamadas. «Si quiere venir al mitin de Santiago Abascal del miércoles, debería llegar pronto. Empieza a las ocho pero las puertas se abren a las siete. Le recomiendo que vaya un rato antes». No era un farol. A las seis y media, una cola de cientos de personas rodeaba ya el edificio. En la fila, la gente hacía cábalas sobre si llegaría a entrar en el Teatro Ortega, con capacidad para 680 personas. «Venimos de Tordesillas, ojalá no nos quedemos fuera». «He cortado el riego para venir y mañana sigo con la remolacha».
Palencia, una provincia con 160.000 habitantes y solo tres escaños en juego, no es en principio una plaza propicia para un partido debutante. Ni siquiera para uno veterano. Y menos en un día laborable y con partido de Champions. El día anterior,Pedro Sánchez hizo una visita relámpago a la ciudad, de 79.000 habitantes, y en la prensa local salen sus fotos junto a un puñado de fieles. En su campaña presidencial de perfil bajo, en la que busca evitar los errores, Sánchez ni atendió a la prensa. Pablo Casado, que es de Palencia, vino hace dos semanas a un auditorio más pequeño. Lo llenó en un sábado. «Los partidos dudan si ir al Ortega, porque es el mayor recinto antes del pabellón y les entran sudores fríos de arriesgarse a que no se llene», explica una persona que ha colaborado con campañas en Palencia.
La apuesta de Vox no le salió mal. Los voluntarios iban dejando pasar de 20 en 20 y una vez dentro empezaban las carreras para no perder sitio. El recinto se llenó una hora antes y cientos de personas se quedaron a las puertas. Abascal salió antes de empezar y les dio una pequeña arenga: «El 28 de abril nos jugamos la unidad de España y la igualdad de los españoles». La misma imagen efectista la había protagonizado el día anterior en Córdoba con un megáfono. Hay coincidencia en que ningún otro partido tiene ahora mismo ese poder de movilización en la calle.
Un mitin de Abascal organiza largas colas en Palencia, una provincia en la que solo hay tres escaños en juego. El éxito de público en provincias pequeñas reta a las encuestas
Abascal está haciendo campaña justo donde Casado le pidió que se retirara. Llena en la España vacía
La apuesta de Vox no le salió mal. Los voluntarios iban dejando pasar de 20 en 20 y una vez dentro empezaban las carreras para no perder sitio. El recinto se llenó una hora antes y cientos de personas se quedaron a las puertas. Abascal salió antes de empezar y les dio una pequeña arenga: «El 28 de abril nos jugamos la unidad de España y la igualdad de los españoles». La misma imagen efectista la había protagonizado el día anterior en Córdoba con un megáfono. Hay coincidencia en que ningún otro partido tiene ahora mismo ese poder de movilización en la calle.
Mientras, en el interior del teatro —en realidad, una enorme sala de cine en la que hay programado un homenaje a Rocío Jurado en mayo—, los asistentes cantaban bandas militares, canciones de los Nikis, de Nino Bravo y de José Manuel Soto, de Manolo Escobar, pasodobles y sevillanas. Para calentar el ambiente, un vídeo proyectaba imágenes de Sánchez, Iglesias, Echenique, Ana Pastor o Antonio García Ferreras y la gente les abucheaba. «¡Traidor a la patria!», gritó uno en un momento. La mayoría eran hombres, pero de todas las edades. Un joven aún con acné envuelto en la bandera de España, agricultores, mucho abrigo acolchado —que no parece abril en Palencia—, uno engominado con gafas de sol y el cuello del polo levantado…
Dos de los asistentes comentaban el aforo completo. «Pedro Sánchez no traería a tanta gente». «Deja, que el gachó está fuerte porque los del coletas se están yendo con él». El auditorio cantó el himno de la Legión ondeando banderas de España y luego jaleó a los teloneros. La primera fue la número uno de la lista al Congreso, Sonia Lalanda, que hizo un canto contra el declive de Palencia. «Lo que hemos sido y en qué poco nos hemos quedado. Nuestro mundo rural está sometido a la tiranía de los ‘lobbies’ ecologistas de Madrid. Ya no hay minas ni mineros y apenas nacen niños en Palencia».
La crítica a los ecologistas levantó al auditorio demostrando la sensibilidad rural del público. Vox está rascando al PP en su flanco más a la derecha en las ciudades, pero también en muchos más caladeros, y el campo parece ser uno de ellos. Hay muchas derechas entre los votantes de Vox, no solo la religiosa antiabortista o la de Pachá y el colegio mayor. Lalanda abandonó el PP en 1991 para fundar Agrupación Palentina Popular (APP), un partido que dividió el voto de la derecha, lo que acabó dando la alcaldía al PSOE. El PP teme que la historia se repita.
Después llegó José Antonio Ortega Lara, el más aplaudido: «Sufrimos en España una baja natalidad, 1,2 hijos por mujer, mientras que, por ejemplo, y es solo un ejemplo, las mujeres musulmanas tienen un índice de fertilidad en España de 4,8 hijos». Un murmullo salió del patio de butacas. «¿Qué supone esto?», prosiguió: «Que si esta tendencia se mantiene, en dos generaciones la población autóctona española habrá mermado en unos ocho millones de habitantes, más o menos la misma cantidad que habrá crecido la población de inmigrantes. Por un lado financiamos a nuestras mujeres para abortar porque dicen que es un derecho inalienable, unos 95.000 abortos el año pasado, y por otro lado financiamos y subsidiamos a los inmigrantes para que críen y alimenten a los suyos».

Que Vox reviente un auditorio en Palencia y en otras capitales medianas y pequeñas es probablemente el fenómeno de la campaña y empieza a suscitar preguntas en los cuarteles generales de los demás partidos. ¿Están midiendo bien las encuestas, que de media le dan un 10% de intención de voto, o hay una corriente de fondo que se les está escapando?
