Infierno en Movistar

timofonica

Una nueva crónica de cómo las compañías telefónicas maltratan al usuario sin remordimientos:

ABUSOS TELEFÓNICA

MARTES 18 DE JUNIO DE 2013

1.- Me empiezo a cabrear en cuanto entro en la página de movistar.es. Han colgado una nueva oferta para los usuarios de Internet móvil por ordenador, y como de costumbre, a los clientes antiguos, los que llevamos años pagando sin rechistar, ni nos han avisado. El doble de gigas por la misma millonada que me cobran cada mes. Pero si no te enteras tú, que te den. Me resigno a empezar el calvario de llamadas al 900 10 10 10 del que tanto presumen.

2.-Leo en la misma web que ahora, escriben muy orgullosos los de Telefónica, tienen servicio los siete días de la semana, 24 horas al día. Lo ponen imitando al estilo yanki, 24/7, y luego lo explican. ¡Toma ya! Por curiosidad, lo intento. Es sábado por la noche. Me sale un contestador después de algunas vueltas. Primera vez que tengo que dar mis datos, luego vendrán otras tropecientas repeticiones. Al final, cansado de torearme, me dice que llame al día siguiente (domingo) a las ocho de la mañana. Que tampoco funciona. Primer fiasco. El servicio 24/7 se ha ido al carajo antes de empezar.

3.-El domingo una señorita con acento tropical me había dicho que en fin de semana no me podían cambiar el contrato de la tarifa a la nueva, que el lunes sin falta me llamarían. No llama nadie. Señor, aparta de mí este cáliz, me dan ganas de decir. Aquí da comienzo mi travesía en el desierto.

4.-Llamadas al número de Atención al Cliente de Movistar. Más llamadas. Hasta diez llamadas. En todas me salen teleoperadoras con acento latinoamericano. Todas, sin excepción, me piden los mismos datos, que tengo que dar una y otra vez. Y todas acaban diciéndome lo mismo. «Es que el ordenador no me deja acceder a esa nueva oferta». Una, la que más lejos llega, me da un número de teléfono de seis cifras para que «me lo hagan en el departamento de Comercial». Cuelgo, llamo al número, y me da que no existe. Me inclino sobre mi ordenador, pongo mi cabeza sobre mis brazos, y lloro un rato.

5.-Aún hipando y sorbiéndome los mocos, reanudo mi cruzada. Entre tantas idas y venidas, lo único claro es que me han dado de baja la conexión a Internet que ya tenía. A partir de mañana me quedo sin conexión, nada, el vacío. Pero nadie es capaz de darme de alta en la nueva oferta que sigue ahí, delante de mis narices, tentadora, en la pantalla de Internet. Una de las chicas ha hecho incluso como San Pedro con Jesucristo, y me ha negado la mayor. Varias veces. Al final incluso me ha colgado el teléfono, cuando yo le insistía en que la oferta de marras la tenía en esos momentos delante, ¿cómo podía no existir una oferta que parpadeaba tan atractiva en movistar/autónomos?

6.-Decido intentarlo a la desesperada en solitario, probando a contratarla yo en Internet. No lo he hecho desde el principio, porque temía que entonces me cobraran por duplicado el siguiente mes, el plan que tenía en activo y el nuevo. Pero como ahora me han dado de baja el antiguo (me lo han jurado por teléfono) y no he sido capaz de contratar el nuevo, pues… de perdidos al río. Pulso en el carrito de la compra y me pongo a ello. Por tres veces me dice que me enviará un mensajito SMS al móvil. ¡Yo no tengo ningún móvil conectado al 3G! ¿A dónde c… irán a parar los mensajitos? Finalmente, tras un rato, me llegan a la pantallita Movistar de mi ordenador, que tiene un apartado para SMS. Respiro. Pero el alivio es solo momentáneo. Me dice que para ‘completar el proceso’ me llaman al móvil. Entro en pánico. ¡No hay móvil! ¡Solo hay un 3G! En pocos segundos llega el final: PROCESO ABORTADO. Y estoy como el principio. Peor, porque ahora me he quedado sin la conexión antigua.

7.-Me arrastro. No soy yo ni mis circunstancias. Teléfonica y Movistar han hecho de mí en tres horas un desecho humano, a partir de la persona vital y alegre que yo era cuando empecé el periplo. Pongo una queja por escrito en su página web. Si funciona como el resto que he visto, es como lanzar las palabras al viento. Y llamo por última vez, en plan de dejar mis últimas voluntades, que se podrían resumir como las de la canción: «Olvida mi nombre, mi cara,… y pega la vuelta». Primera sorpresa: ¡esta vez me sale una voz que habla español con acento español! Es una señora de Bilbao. Me parece como si la hubiera conocido de toda la vida. Tras tanta llamada transatlántica anterior, se siente uno como si hubiera vuelto a la tierra.

8.-Segunda sorpresa: ¡conoce la oferta de Internet! ¡Sabe de qué hablo! Las lágrimas corren por mis mejillas. Es como en la película ‘Luz de Gas, cuando a la protagonista Ingrid Bergman ya la ha convencido el malvado marido de que está loca y ve alucinaciones,… ¡un amigo le devuelve la esperanza! ¡Hay oferta!

9.-Pero no he llegado a puerto. La bilbaína me jura (y me temo que perjura, como todos los anteriores de la compañía) que me va a dar de alta la nueva oferta al día siguiente, y que luego me llamará para confirmármelo. (Hasta este momento no ha llamado, por cierto). ¿Que por qué no me puede dar de alta el nuevo contrato en ese mismo momento? Porque mi facturación mensual acaba los días 18 de cada mes. Si se me ocurre contratar nueva tarifa un día antes, solo un día antes, de esa fecha fatídica, me cobran una sobretasa de más de 20 euros. ¡Toma ya! ¡Toma atención al cliente! ¡Toma estafa al cliente, añadiría yo! ¡Toma fidelización de la concurrencia!

10.-Cuelgo el teléfono por última vez. No hay salida. El mundo es un lugar oscuro. Seguro que J.R.R. Tolkien se inspiró en las compañías telefónicas y su personal para crear a Mordor y el personaje de Sauron, que asola y domina la Tierra Media. Seguro, pero segurito.

Firmado: M. L. A.

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