Diario de la Quiebra de España: LA PASTORCILLA Y EL LOBO: El cuento de la Unión Europea

LA PASTORCILLA Y EL LOBO: El cuento de la Unión Europea

En un lejano prado existía una pastorcilla, llamada Ángela, que cuidaba de su rebaño. Le ayudaba su fiel perrillo Nicolás, que se encargaba de que las ovejas no se despistasen del camino marcado por la dueña.
Había en el rebaño algunas ovejas díscolas, que trataban continuamente de salirse de la senda. Pero Ángela alzaba la voz diciendo: “¡Que viene el lobo!… ¡Que fuera del camino os vais a despeñar!” Y entonces los fieles corderos volvían a la ruta.
Un día una corderita de nombre Helena, que iba rezagada, tropezó con una piedra y se fracturó una pata. Viéndola desde lejos la pastora Ángela en tan lastimosa situación, se acercó a la pobre ovejita, la cogió en sus brazos y… Sacando el machete la degolló.
Margaret era la oveja más díscola de todas: No quería nunca seguir la senda que le marcaban. Y un día tanto se alejó, que Ángela tuvo que mandarle gruñendo a Nicolás, mientras le gritaba: “¡Que viene el lobo!”. Pero Margaret le decía: «Mentira, no hay ningún lobo», y seguía a su aire.
Una mañana, Ángela vio una oveja que no andaba demasiado deprisa por haber engordado, de nombre Manuela. La cogió cariñosamente… Y la trasquiló hasta quitarle toda la lana para que avanzara más deprisa. Y así, muerta de frío, intentaba seguir al resto del rebaño.
Pero ahora Ángela estaba triste, porque su pobre perro Nicolás había muerto y no sabía cómo conducir el rebaño ella sola. Así que decidió esconder por un tiempo su vara para que las ovejas no se asustaran, y les prometió llevarlas a un verde prado para que pudieran crecer. Pero ellas la miraban con recelo…
Ya estaban escaldadas, flacas y sin lana… Hechas mantas; para tapar a otros…
AÑADIDO DE ASTURGALICIA:
Ahora la pastorcilla intenta reemplazar a su pobre perro: ha encontrado a otro más dócil todavía, y le ha puesto Marianico de nombre. Pero todavía echa de menos a Nicolás. Marianico apenas da de sí como para menear la cola cuando ella le llama. Se consuela Ángela pensando que todavía puede presumir, cuando los otros pastorcitos le recriminan que está dejando morir de hambre a su rebaño, de que tiene perro.

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