Pedro Sánchez, ante el partido de su vida | Objetivo Digital

Llegan los Reyes Magos y, para recibirlos, los escaparates se ponen reventones y exultantes provocando la atracción de todas las miradas. Juguetes, perfumes, ropa, libros, objetos, se exhiben para ser escogidos en una fiesta de consumo a la que es fácil sucumbir. En mi caso, la mirada se me quedó clavada en la vitrina de una tienda de antigüedades y quincalla. Ante mis ojos tenía a un Geyperman. Uno de esos muñecos articulados, con forma de hombrecillo a lo macho alfa: bien conformado en sus pectorales, nalgas y brazos; las facciones de la cara casi perfectas, con una sutil cicatriz en una de las mejillas.

De niña me encantaban estos muñecos. El primero que llegó a casa se lo trajeron los Reyes a mi hermano mayor y me sentí tan fascinada que traicioné a mi muñeca Nancy por él. Extrañados por mi reacción, y tras consultar a un amigo ducho en estas cuestiones, mis padres no dudaron en empezar a regalarme figuras de Geyperman… Así que me hice con una colección maravillosa: rubios, morenos, castaños, con barba, sin barba; policías de Canadá, buceadores, espeleólogos… Los trajes eran preciosos y los complementos ni les cuento…, en aquel entonces eran unas miniaturas extraordinarias. La verdad es que, si no fuera por las burdas articulaciones de las rodillas, hombros y codos, los muñecos eran casi perfectos.

Emocionada por haberme reencontrado después de tantos años con mi muñeco preferido, mientras lo observaba y le acariciaba el pelo, me di cuenta de repente del parecido tan grande del Geyperman con Pedro Sánchez. El corte de pelo, la forma de la cabeza, la magulladura en la mejilla, la mirada de soldado, ese gesto adusto que asoma en una cara de chico guapo con facciones casi perfectas. Ese cuerpo esculpido con el deporte, y con tan buena planta… Estaba sorprendida por mi descubrimiento… Es tal el parecido entre el muñeco articulado y el hombre que, si no fuera porque Pedro Sánchez es joven y los Geyperman tienen muchos años, pensaría que este político sirvió de inspiración para el diseño de este juguete.

Desde que Pedro Sánchez saltó a la palestra, no he hecho más que preguntarme por qué un joven casi perfecto no emociona, no arrastra y no convence a pesar de su verbo fácil. Cómo un hombre tan bien plantado no enfervoriza ni a los ciudadanos ni a sus compañeros de partido.

Cuando Pedro habla y escucho sus palabras, aunque por sí mismas tengan significado, salen banalizadas de esa boca tan contundente, como si al fluir por su tráquea fueran desposeyéndose de sentido hasta quedar huecas. Cuando lo observo en las entrevistas de la televisión, como detrás de un escaparate, ni su buena planta ni su talante inspiran cercanía. No hay un gesto sutil en el que emerja esa vulnerabilidad que nos hace humanos, y que en todos los políticos asoma en algún instante.

El baile de Iceta en el que Pedro Sánchez estuvo presente fue muy revelador. Las complexiones físicas de uno y otro son muy distintas. Uno alto y delgado, y el otro bajo y rellenito. Sin embargo, la espontaneidad de Iceta sorprendió entrañablemente y tuvo mucho impacto mediático. Si revisan alguno de estos vídeos, verán como la espontaneidad con la que Iceta se contonea a Sánchez le provoca risa a la par que azoramiento. ¿Por qué esa reacción?

Muchas veces nos reímos ante situaciones que nos sorprenden y no sabemos manejar, situaciones inesperadas que están fuera de nuestro control, donde las personas que las protagonizan dejan fuera de juego al resto por su espontaneidad y por no padecer el sentido del ridículo que a los demás encorseta.

Pedro Sánchez no es del todo perfecto porque está oprimido y algo en él todavía no se ha liberado. Padece de un encorsetamiento que es más propio de las personas de derechas que de las de izquierdas. Quizá porque, como en los Geyperman, la naturalidad de Pedro no es del todo real. Es posible que su pasado deportivo le haya forjado un carácter con un nivel muy elevado de autocontrol. Esa actitud que se forja cuando uno aprende que un partido no se gana hasta el último segundo, que no podemos dejarnos llevar por las emociones porque pueden hacernos fallar la jugada. Un autocontrol que le lleva a tensar la mandíbula, a apretar los dientes manteniendo la sonrisa, y a manifestarle al contrario que está por encima y seguro de sí mismo. En constante tensión para meter canasta.

Esta actitud, que podría considerarse arrogante, queda agravada por esa imagen de Geyperman seguro de su físico.

Si los guapos de izquierdas quieren protagonizar un cambio deben ser atrevidos, vehementes, osados. También deben ser garantes de la vulnerabilidad como rasgo humano, porque eso les dará más crédito a la hora de defender a los débiles y a los que están en riesgo de exclusión social. Cualidades que, muy a mi pesar, no observo en Pedro. La imagen que ofrece es más la de un “niño bien”, por eso su aparición con el fondo de la bandera de España generó tanta confusión. Su legítima reivindicación del patriotismo cívico chocó con su propia imagen delante de la bandera, su presencia de hombre guapo contenido parecía más la de un político conservador que la de uno de izquierdas. (Está claro que la bandera es de todos los españoles, pero quizá debió haberse vestido de una manera más informal para evitar confusiones).

Y esto también lo tiene en común con los Geyperman y su versatilidad de escenarios: siempre tienen el mismo talante, sean soldados, exploradores, deportistas, etc. Pero son juguetes, su papel es entretener y la escenificación es su gracia.

La ambición es imprescindible en cualquier político y por supuesto en cualquier deportista, así que Pedro Sánchez seguramente puede trasladar su experiencia en el Estudiantes a su carrera política, pero ahora lo tiene que hacer no como un jugador más sino capitaneando al equipo y buscando la posibilidad de jugar con otros. Y es ahí donde parece faltarle experiencia, en generar espíritu de equipo, de consenso, de coparticipación.

¿Por qué Pedro Sánchez no pasó al baloncesto profesional? Seguramente algo falló y él íntimamente seguro que lo sabe. Espero que ahora aproveche ese aprendizaje para poder jugar el partido de su vida.

Origen: Pedro Sánchez, ante el partido de su vida | Objetivo Digital

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