
Casi desde el momento de nuestro nacimiento, el ser humano, dedicamos mucho tiempo y muchas energías a la búsqueda de la Felicidad. Yo, a mis 41 primaveras, he de confesar que sigo en búsqueda activa de la felicidad, al igual que lo estoy de un trabajo.
Hace ya más de tres años que pasé a engordar la lista de parados, las estadísticas de desempleo y, según ella, la felicidad de mi madre. Ha sido en este tiempo donde he sido consciente que la tal Felicidad no sólo no es fácil de encontrar sino, que además, desaparece con la misma facilidad que un cacahuete en la boca de un mono.